Un acto de jugar

La tendencia a jugar en los niños es ciertamente innata, sin embargo las formas cómo el juego se expresa, sus objetos para jugar, sus reglas, son construcciones hechas por la sociedad. Cuando pensamos que el niño hace sus propias elecciones a la hora de jugar y de escoger sus juguetes estamos obviando, en primer lugar, que los juegos son transmitidos tradicionalmente y convencionalmente por la cultura de una sociedad y que los juguetes son provistos (por no decir impuestos) por la lógica de mercado. Así pues, la supuesta libertad que ejerce el niño al jugar, en realidad es un tanto restringida.
La industrialización y masificación de los juguetes supone que los niños reciben un juguete “listo para jugar”, se les ofrece un producto del cual no han participado de su concepción ni mucho menos de su elaboración.
Aunque reconocemos que las ciencias de la educación han aportado en el diseño de juguetes estimulando el desarrollo de la mente del niño, también hemos de reconocer que las sociedades actuales han dado preferencia a los juguetes que emulan el mundo de los adultos y en consecuencia se le impone al niño una imitación del comportamiento adulto, en una suerte de adaptación del niño al mundo adulto y una educación de los futuros consumidores.
En los juegos temáticos, donde existen reglas explicitas (como en el Monopoly) o implícitas (como en una Barby´s house), los niños comienzan a incorporar prejuicios sociales basados en raza, género y clase. Para corroborar esto basta pensar en la oferta de cualquier juguetería, donde se da por sentado que los bebes de plástico y las ollitas son para las niñas, los autos y pelotas para los niños, donde la fisonomía de los muñecos no corresponde en nada a la diversidad étnica y cultural del país y donde los autos eléctricos a escala, celulares y primeros maquillajes aparecen como signos de distinción entre los niños. ¿Dónde queda la voz del niño, su capacidad de imaginar el mundo en el escenario de juegos y juguetes inventados por los adultos?
Qué importante es el juego y el juguete en la exploración y entendimiento que hacemos los seres humanos del mundo, a lo largo de toda la vida y especialmente en los primeros años. El juguete es un objeto que potencia y amplía el campo de la imaginación, pero de ninguna manera sustituye el acto mismo del juego. El acto de concebir y producir un juguete debería ser en sí un acto de jugar, en donde sean los propios niños quienes establezcan sus parámetros y tengan un espacio para rediseñar, apropiarse o contradecir los juguetes seriados del mercado.